lunes, 7 de octubre de 2013


Piratas al abordaje de su cerebro


Estoy seguro de que le ha pasado alguna vez. Se encuentra en una reunión y el ambiente está que arde. Tiene que defender su proyecto y siente que está perdiendo cancha; habla más alto, interrumpe a un compañero con un gesto que demuestra que está cada vez más tenso… él a su vez sube el tono de voz y usted gesticula en su dirección, de manera que todo el mundo vea quién lleva razón.

En ese momento ya no es usted el que está hablando. Su cuerpo y su boca van por libre. Literalmente, se encuentra fuera de sí. 

En términos de neuroquímica (la química del cerebro), está siendo víctima de un secuestro. ¡Su cerebro se encuentra en manos de piratas!

En las situaciones de mucho estrés, de miedo o de provocación, una hormona, que también es un neurotransmisor (que activa la comunicación entre las neuronas y las células nerviosas) inunda el cerebro: se trata del cortisol. 

Las funciones del cerebro que están vinculadas a la razón, la reflexión, la prudencia y la compasión quedan temporalmente bloqueadas. Y la amígdala, nuestro cerebro emocional, toma el control. El cuerpo produce sustancias químicas para protegerse de la vergüenza y la pérdida de credibilidad y, por consiguiente, se vuelve incapaz de regular sus emociones o de gestionar la diferencia entre sus expectativas y la realidad. 

Presa del pánico, tan sólo cuenta con cuatro actos reflejos entre los que elegir: la lucha (continuar el conflicto), la huida (entregarse a la decisión del grupo), el silencio (abandonar la partida y callarse) o la paz (reconciliarse con el rival quedando completamente sometido a él). 

Cualquiera de estas opciones es mala, ya que excluye el hecho de que la información y opinión de cada uno se pueda compartir y tener en cuenta de manera honesta y útil por parte de todos. Sin embargo, después de trabajar 18 años en empresas de todos los tamaños, puedo decirle que la reacción de la lucha es, con diferencia, la que más perjudica a su carrera profesional y a su relación con los compañeros. Por desgracia, también es la más frecuente.

Ello se debe a otro fenómeno neuroquímico. Y es que cuando discutimos y “ganamos”, nuestro cerebro es invadido por la adrenalina y la dopamina, dos hormonas que nos proporcionan una sensación de bienestar, de fuerza e incluso de dominación. Nos sentimos invencibles. Y es la sensación que cada uno de nosotros busca volver a experimentar. Cuando se presenta una nueva ocasión para discutir, buscamos de nuevo ese enfrentamiento. Nos “engancha” el hecho de tener razón.

Numerosos políticos y directivos padecen esta adicción. Se vuelven muy fuertes en el juego de defender su punto de vista y vencer a sus rivales manipulando los argumentos. En cada ocasión, sienten intensas oleadas de placer, pero no miden el impacto de su comportamiento sobre las personas que les rodean. De hecho, acaban por hacerse daño a sí mismos al aplastar a sus colaboradores, quienes se ven empujados a elegir ellos también entre sus reacciones de lucha, huida, silencio o paz, las cuales, como he explicado más arriba, disminuyen los efectos beneficiosos de toda colaboración.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 


alimentos ricos en zinc.

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